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La “obscenidad” de nuestro mundo adquiere un tinte pornográfico en lo que Z. Bauman llama “vidas desperdiciadas” el problema de la pobreza, dice Bauman, no está en su población, sino que hay demasiada gente rica, parásita planetaria, que, además, se permiten diseñar qué producto es útil de y cuál está llamada a ser residuo. Pero los residuos han crecido tanto y se han acumulado tanto que ya no sabemos qué hacer con ellos. Esto no vale solo para el problema ecológico s sino, sobre todo, para la inmensa muchedumbre de vidas, desperdiciadas. Algún autor, al referirse, al siglo XX, ha preferido llamarlo el “siglo de los asesinos” y no el de los derechos: siglo dominado por la violencia inaudita, expresable con números nunca antes vistos, cuyos frutos venenosos seguirán intoxicando el futuro”. Y añade que no se refiere sólo “a las guerras los nacionalismos y los totalitarismos que las generaron, sino también a las relaciones sociales y productivas de las democracias”… al “trabajo alienador”.
La ex presidenta irlandesa Mary Robinson, en su calidad de ex alta comisionada de la ONU e integrante de la Comisión para el Empoderamiento Legal de los Pobres, escribía hace poco que más de la mitad de la población mundial vive en entornos carentes de leyes reconocidas y aplicables, sin medios jurídicos eficaces para proteger a sus familias, viviendas u otras posesiones. Son las estructuras profundas de muchas sociedades las que perpetúan la pobreza y la desigualdad. A pesar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente” (art. 17), y a pesar de que este derecho se vio reforzado en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 de la ONU, el imaginario hegemónico de nuestras sociedades sigue siendo tan desigualitario y excluyente que se resiste a dar expresión legal a esos derechos.
La ex presidenta irlandesa Mary Robinson, en su calidad de ex alta comisionada de la ONU e integrante de la Comisión para el Empoderamiento Legal de los Pobres, escribía hace poco que más de la mitad de la población mundial vive en entornos carentes de leyes reconocidas y aplicables, sin medios jurídicos eficaces para proteger a sus familias, viviendas u otras posesiones. Son las estructuras profundas de muchas sociedades las que perpetúan la pobreza y la desigualdad. A pesar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente” (art. 17), y a pesar de que este derecho se vio reforzado en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 de la ONU, el imaginario hegemónico de nuestras sociedades sigue siendo tan desigualitario y excluyente que se resiste a dar expresión legal a esos derechos.
Bibliografía:
Velasco Criado, D. (2008). La propiedad ¿es un robo?. Cuadernos CJ, N. 155, (p. 7)
08/ Termidor